El sustento de la ética judeo-cristiana se fundamenta en la moral. Este concepto, en términos cotidianos, tiene que ver con las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o la malicia; por lo tanto no pertenece al campo de los sentidos por ser de la apreciación del entendimiento o de la conciencia; tampoco pertenece al orden jurídico sino al fuero interno o al respeto humano.
Las sociedades pretendieron regular las conductas y deberes que implican con normas consensuadas en busca del bien común y las acciones a emprender para lograrlo.
A lo largo de la historia se han construido teorías sobre el tema, sistemas éticos que puntualizan el eudemonismo, el hedonismo y el utilitarismo. Existe una clasificación que, en criterio de los especialistas, no cubre todas las variantes. Así, tenemos por ejemplo las éticas descriptivas y las normativas, es decir las que describen el fenómeno moral sin pretender orientar las conductas, en cambio las éticas normativas pretenden dar razón del fenómeno de la moral, ofreciendo orientaciones para la acción: están normándola.
Además de estas tenemos las éticas naturalistas y no naturalistas, las cognitivistas, materiales y formales, teleológicas y deontológicas, sustancialistas y procedimentales, éticas de la convicción y la responsabilidad. Otras grandes concepciones de la ética son la ética de la liberación que trata los temas de las víctimas de la historia, éticas del discurso y la política.
La colisión entre estos criterios que, en determinadas etapas históricas, hegemonizaban comportamientos; tenían por objetivo la domesticación de las culturas que habían construido otros comportamientos que permitían la cohesión social. Destruir esas estructuras significaba conquistar otra cultura.
James Petras, uno de los críticos más esclarecidos del capitalismo contemporáneo, considera que el hedonismo materialista, lejos del hedonismo epicuriano, es la forma actual de actuación de las personas, atrapadas en el mundo del consumo y la búsqueda de placer y del bienestar a toda costa.
Todos los pobladores de un Estado estamos involucrados en la búsqueda del bien común, a partir de la ética social que propugna dos principios: el de la solidaridad y el de la subsidiariedad, a partir de la Familia, el Estado, la Economía, la Educación, etc. respaldándose en el pluralismo social, por lo tanto pueden existir muchos juicos de valor y ninguno tendría peso porque son posibles justificarlos, desde el punto de vista del positivismo contemporáneo. Posición cómoda y de fácil acción que dejaría de lado a la justicia.
La actividad artística, como parte de la ética deontológica,le corresponde la responsabilidad que puede tener un artista con su obra respecto a su contacto con la sociedad. Está corriente ética considera a lo justo, como lo universalmente exigible, mientras que lo bueno depende de cada persona y de los diferentes grupos sociales.
En la actividad artística, muchos cultores solo tienen el propósito de llamar la atención y provocar para que los medios los tomen en cuenta, porque de otra manera no existirían para la sociedad. No existe una reflexión sobre el tema, que ha sido banalizado e ignorado.
En el mes de octubre visite la Feria de Arte contemporáneo en Berlín, y dos doctorantes en Crítica y Filosofía del arte coincidían conmigo al ver una cantidad de obras que expresaban un non sense: solo quieren llamar la atención provocando de alguna manera, no existen propuestas macizas sobre su producto artístico. Europa vive una crisis de comunicación entre sus habitantes que solo se resuelve con el consumismo, en una trampa que no tiene solución.
Los lugares de esparcimiento están repletos de hombres y mujeres solas que tienen al frente su computadora portátil con quien han reemplazado a las personas.
Sudamérica no ha llegado aún a esos extremos, y no lo hará porque su evolución como sociedad está tomando otros rumbos, en tanto la globalización hegemónica tenga réplica y sea cuestionada reflexivamente.
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*Artista plastico y antropólogo; fundador del grupo Benemeritos de la utopia; ha sido Viceministro de Cultura y docente en la Carrera de Artes de la UMSA, actualmente es director del Museo Nacional de Arte.
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