lunes, 21 de febrero de 2011

Comentario al tema 2 - Valia Carvalho

En respuesta a la invitación a comentar – a partir de los textos escritos por Ramiro Garavito, Max Hinderer y Angelika Heckl – acerca de si el arte es o no una invención occidental, personalmente creo que, más que preguntarnos sobre el ARTE en sí mismo – término vasto e incluso abstracto (aquí coincido con Max Hinderer quien opina que desde el vamos debemos oponernos a la idea del arte como invención occidental) - sería más interesante debatir si las prácticas artísticas contemporáneas son una invención occidental.

Antes que nada aclaro, como lo hizo también Angelika Heckl, que no soy filósofa, y añado que tampoco historiadora del arte o teórica del mismo. Voy a abordar este tema desde mi condición de ex-artista.

Quisiera citar a Max Hinderer nuevamente: “... sí constatar que el arte cómo lo encontramos (re)producido en las instituciones del arte alrededor del globo, sigue una función de tradición occidental: El arte produce el fantasma de la libertad en sociedades caracterizadas por su rígida estratificación social.” En este sentido me parece que el sistema en el cual se produce y reproduce el arte contemporáneo se maneja desde una perspectiva occidental, que es, además, global, y que no ha variado tanto desde el Renacimiento - las formas que ha tomado la obra de arte sí han cambiado, pero la relación del arte con el poder no.

Me interesa concentrarme por un momento en la frase: “El arte produce el fantasma de la libertad”. Desde mi condición de alguien quien estuvo sumergida durante un buen tiempo en el sistema de producción artística contemporánea, me llevó un tiempo reconocer que la práctica artística en sí no tiene que ver con la libertad y, posiblemente, nunca la ha tenido (salvo en el caso de las obras producidas por enfermos psiquiátricos o niños) pues el arte, o mejor dicho la práctica artística, en todas sus manifestaciones, a lo largo de la historia y en todas las culturas, ha cumplido una determinada función, servido a determinados intereses y, por lo tanto, ha estado sujeta a determinadas reglas y cánones que han ido variando junto con el mundo. Creo que quien entienda el arte como una práctica liberadora pecará de ingenuo o ingenua. El arte contemporáneo está sujeto como cualquier otro producto a las leyes del mercado, a los intereses del poder y a los gustos de la elite.

El arte contemporáneo se disfraza de libertad, como un territorio donde todo estaría permitido, porque es lo que ahora conviene. Esta “pluralidad cultural” que Ramiro Garavito menciona, es sólo una fachada barnizada por lo políticamente correcto; y en el péndulo del mercado artístico unas veces conviene ser más pluricultural que otras o lo pluricultural cambia de norte o sur geográfico como quien cambia de cartera. En su momento hubo el boom de los artistas cubanos, por la peculiar realidad cubana, luego los artistas del ex bloque soviético, ahora, claro, los artistas chinos – en este sentido los artistas bolivianos pueden quedarse esperando, pues a Bolivia (a pesar de los que creen en Evo como imagen exóticamente y políticamente correcta exportable) no le ha llegado la hora de subirse al escenario del arte contemporáneo internacional.

Aún cuando hubo intentos de romper este dominio del arte como sistema occidental, Garavito cita por ejemplo a los Dadaístas, el sistema es tan hábil que se terminó tragando a los Dadaístas, aplaudiendo su vanguardismo y luego acoplando sus obras al sistema. El sistema del arte se halla tan perfectamente elaborado que es prácticamente imposible salir de él; a través de sus bienales, museos, galerías, curadores y demás etc. se ha convertido en el único juez y arbitro de validación artística y el artista quien no es validado por este sistema, pues bueno, es como si no existiera; y las formas de producción artística que no se adecuan a este sistema no se etiquetan como arte.


El arte, es cierto no es una invención occidental, pero esto no necesariamente es una aseveración positiva y tampoco es culpa de occidente esta falta de libertad en la práctica artística. Puede ser que alguna vez en los albores de la humanidad algunos seres humanos descubrieron que podían crear cosas, pero rápidamente esta capacidad creadora fue condicionada a los intereses del poder, sea en Europa o en la China o en el Incario. La práctica artística no es libre y para el artista está lejos de ser una actividad liberadora. Quizás más que pensar si el arte es occidental o no, contemporáneo o no, los artistas deberían preguntarse cuál es el origen del interés de hacer o producir arte. Por qué crean? Por una tremenda pasión de expresarse? No lo creo: el modelo romántico del artista enfermizo y febril por sus ansias de creación es tan sólo una fabula. Creo en que todo artista que intente “dar a conocer su trabajo” hay una tremenda necesidad de validación y, por lo tanto, la imperiosa, y casi patológica, necesidad de encajar en el sistema, sea vendiendo o siendo invitado/a a tal o cual bienal.

Si criticamos a occidente por tener un monopolio del arte o por haber condicionado nuestra percepción del arte, estamos dando vueltas dentro del mismo sistema. No creo que se pueda resolver un problema dentro del mismo marco conceptual con el cual se creó. En mi opinión una opción de repensar el arte seria que el artista se replantee por qué y para qué hace arte, realmente, y esto implicaría confrontarse con su ego, que es, claro, una de las partes más gigantescas de la anatomía de un artista.

3 comentarios:

  1. La vinculación entre arte y poder es un aspecto interesante. Según mí (y con el riesgo de aburrir con mi insistencia) empezó al inicio. Arte era poder (mágico), luego aparecieron los “teóricos” (sacerdotes etc. = el poder) y los que crearon a partir de los modelos dictados; en determinado momento hay un proceso de individualización, se perfila el artista. Lo fascinante de la modernidad, hablo de un fenómeno que se manifiesta con claridad a partir del siglo XIX, es el nacimiento del “arte independiente” versus y al lado del arte oficial, de un arte que se desvincula deliberadamente del poder, que se autoconcibe libre, que se rebela, que crea controversia. De manera más y más rápida, estas contrapropuestas serán absorbidas por el poder, i.e. pasan a ser establishment. Hoy me parece ya más o menos imposible hacer un arte rebelde, el establishment se apropia de todo inmediatamente y lo convierte en dinero, visto que el poder hoy es money… y desde luego nuestra “anatomía” es lá que es……
    ¿Qué hacer?preguntas. Yo desde tiempo ya tengo una cierta aversión al hacer, al producir – será un rollo neurótico mío, que sé yo, pero ese mundo tan lleno y ruidoso me asfixia y cada nuevo producto me pesa. El silencio me parece tan hermoso.
    Si supiera cómo, me encantaría ser un po(i)eta del silencio y del vacío.

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  2. si Angelika, yo tambien tengo esa aversion a producir, porque como lo menciono en el texto y tu lo mencionas tambien: el establishmente se apodera de todo. yo no se bien que hacer, quizas no es tanta mi aversion a producir, hago dibujitos, creo que mi aversion es mas a mostrar lo que produzco. mi respuesta y reaccion ha sido simplemente desaparecer como artista.

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  3. 1
    ¿Por qué y para qué? pregunta Valia y pone sobre el tapete el ego, y claro, lo del ego es un aspecto a considerarse, particularmente en una era donde la distinción entre propuesta y proponedor no es siempre nítidamente reconocible, donde se venden Johns y Hirst y Koons etc. y se define el “valor” del arte mediante ranking lists de nombres. No es tampoco tan nuevo lo de vender nombres, o que el nombre sea esa llave mágica que atribuye valor a una obra. Aún así me llama la atención que hoy los vivos valen muy a menudo mucho más que los muertos…y que a menudo entran a los museos (espacios de convalidación) por valer tanto y a menudo por “gentileza” del coleccionista; porque los museos a menudo no tienen tanto presupuesto como para poder comprar un tal o tal. Pero visto que los museos son espacios de convalidación, el valor de tal o tal será convalidado. Quizás esto funciona mejor que la especulación inmobiliaria. ¿Qué relación hay entre el valor numérico y el valor artístico? ¿Qué hay que hacer para ser un nombre = para que lo que hago sea convalidado como arte? ¿Hay que hacer arte o hay que hacer algo distinto? ¿O no importa? ¿O me encuentro realmente frente a la máxima expresión creativa de mis tiempos?

    2
    ¿Por qué y para qué, desde siempre, poetizamos, creamos imágenes y música? Aunque nuestras motivaciones no hayan siempre sido las mismas, aunque exista un extraño nexo entre arte y poder, aunque nos preguntamos sobre quién o qué convalida un “algo” como arte, - y aparentemente parece ser multi-relevante esta convalidación, porque esta palabrita significa un cierto tipo de actividad/proceso, de cosa y de valor a la vez -, ¿no habría algo más allá?
    Busco este algo en mi infancia, en mi maravilla frente a lo que me parecía lo más maravilloso del mundo. Busco este algo en mi contemplación llena de admiración y emoción frente a creaciones de todo tipo, tiempo y lugar en un momento en qué tenía solo nociones muy nebulosas de tiempos y lugares. Mi apreciación del arte, mi deseo de ser artista, nacieron antes de mi reflexión razonada.

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