En el imaginario de muchos artistas bolivianos esta grabada la idea no solo de que el arte debe reflejar la identidad del artista y su cultura sino también la idea de que todo creador debe conscientemente esforzarse por mostrar, transmitir y confirmar dicha identidad. Ambas ideas implican que la identidad es un acto volitivo (se logra queriendo) y obligatorio (se lo debe lograr).
Digo obligatorio a) por la coerción implícita en la idea. Si no lo haces, es malo, negativo, traicionas a ti mismo y a los tuyos y b) por el castigo pendiente e implícito (eres un enajenado, un alienado, debessentir culpa…). Ambas ideas se enuncian como si fuesen condiciones fundamentales del arte e inclusive como si fueran parte de su propia definición: "El arte es la expresión de la identidad de un pueblo".
Esto es lamentable ya que muchos artistas se sienten excluidos del arte contemporáneo debido a que creen que corren peligro de “perder su identidad”.
Según diccionario, identidad vendría a ser " el conjunto de rasgos o características que distinguen o diferencian a una entidad de otras".
Según Wikipedia: Identidad cultural es el conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento que funcionan como elemento cohesionador dentro de un grupo social[…]
En ninguna de las definiciones se incluye la característica de “invariable”, “inmodificable”, “inalterable” o “inmutable”.
Existe la creencia muy arraigada en el imaginario colectivo, errónea a mi entender y de la cual no se salvan muchos artistas, de que la identidad de un individuo o grupo es algo esencial, algo dado, algo bueno, algo sagrado, inmutable, inviolable. Si la pierdes te conviertes en un ser vacío, despreciable, un ente, un zombie, una nada. Y cuando alguien ejerce su derecho al cambio o a la alteridad, a la disidencia, a la oposición, se lo condena, se lo considera indigno, es un traidor.
A pesar de esta creencia tan generalizada, la antropología nos enseña que la identidad solo puede ser comprendida en toda su magnitud si se la entiende como proceso, como cambio. Y, en consecuencia, la identidad cultural también. La cultura y la identidad no son esencias, no son atributos dados por los dioses o por el destino, no son entes invariables, inmutables. Es más: podríamos perfectamente demostrar la relación entre la decadencia de una determinada cultura con su incapacidad de adaptación al cambio.
Desde este punto de vista procesal, toda preocupación o intento de preservar (peor aun: rescatar) la cultura, conservar la identidad, defender la identidad, se comprenden como lamentables esfuerzos conservadores, tradicionalistas, reaccionarios y, psicológicamente: rígidos, inflexibles, acartonados, encostrados, encallecidos, duros, tiesos, es decir: no creativos.
La identidad simplemente es. Se ejerce. No se la pierde ni se la defiende ni se rescata ni se recupera. Tu identidad es el conjunto de rasgos o características, comprensiones y conductas que te identifican en un momento determinado. La identidad no es volitiva, no se logra queriendo, no es el resultado de un acto de voluntad. No por pensar mucho en una determinada identidad o por hablar mucho acerca de ella vas a tenerla consolidada.
El tema básico en cuestión es la diferencia entre esencias y significados. Entre cualidades inmutables y rasgos cambiantes, entre una concepción estática de la realidad y una concepción dinámica de la realidad, entre tener una mirada conservadora y tener una mirada que reconoce la vida como un constante proceso de cambio.
Pérdida de la identidad? Es imposible no tener identidad. Si una persona cambia o abandona sus características o rasgos visibles (apariencia, vestimenta, costumbres, hábitos, lenguaje corporal, lenguaje hablado, …) y también sus emociones, sentimientos, percepciones y comprensiones del mundo, de la vida y (más importante aun) de sí misma, no podemos decir que haya perdido la identidad. Lo correcto sería decir que ha cambiado de identidad, es decir, ha dejado de tener una para simultáneamente adquirir otra, una nueva identidad. No es concebible una persona o individuo o grupo sin rasgos identificatorios.
Esa persona simplemente ha cambiado de identidad, ha modificado su identidad, pero no ha dejado (en ningún momento) de tener una (alguna) identidad. En cualquier momento de ese proceso de cambio esa persona tenía a) rasgos externos completa y perfectamente identificables - sean los que fuere y b) autopercepciones y auto-comprensiones totalmente reconocibles, detectables, verificables. Es imposible no tener identidad. No hay algo así como un "vacío" identitario, nunca hay una perdida de la identidad. Entonces, ¿cuál es el miedo?
La pérdida de la identidad (y el lamentarse acerca de ello) se nos evidencia como falacia o, en el mejor de los casos, como una ilusión óptica cuyo corolario es el miedo a lo nuevo y cuyo síntoma es el ya proverbial lamento boliviano. A mi entender, lo mejor que sabe hacer mucha gente es fabricarse significados…para poder ser infeliz.
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