lunes, 2 de mayo de 2011

El arte como actividad de carácter reflexivo - Angelika Heckl

Había una vez un primer acto creativo, el de pensar: Cogito ergo sum. Pienso, por lo tanto existo. Nuestra realidad en primera instancia es cosa mentale. La creamos nosotros y creamos a nosotros mismos.

Pensamos a través de nuestros sentidos, eso es lo que podemos. No somos capaces de pensar sin imágenes. Visualizando las cosas, evocamos y conjuramos su presencia, en su presencia percibida y en su ausencia igualmente percibida, y nombrándolas nos apropiamos de ellas. El lenguaje es una herramienta mágica. El lenguaje nos permite articular nuestras vislumbres cognitivas de manera tangible. El lenguaje nos permite re-crear lo percibido-pensado. La palabra significa la cosa, la palabra es la cosa.

La re-creación formal y material de la imagen potencia este aspecto poiético del lenguaje y del pensar. La imagen es más fija y más tangible que el sonido de unas sílabas, la imagen es una presencia percibida como “verdadera”. La imagen es real: es la realidad de la cosa evocada, fundida con la realidad de la cosa imaginada. Lo que en los albores de la humanidad se creó en las paredes de las cavernas, son realidades mentales, el percibir-pensar-desear hecho visible. El arte de las cavernas es anticipación y afirmación de una realidad necesaria, es supervivencia, es intento de comprensión y apropiación del mundo y de la vida. El arte es una manera de plasmar la vislumbre, la percepción, el pensamiento...la idea. El arte es un acto reflexivo y nace con el pensar.

Hemos estado creando nuestros dioses, nuestros héroes y nuestros monstruos, creando imágenes de ellos. A cada territorio conquistado imponemos nuestras imágenes. Con la aparición de cada nuevo ídolo, el viejo ídolo tiene que ser vencido, aniquilado. Seguimos decapitando estatuas y seguimos quemando palabras. ¿Por qué haríamos eso sino fuera porque seguimos creyendo que se trata de realidades poderosas?

Cada época tiene su propia manera de concebir y de rendir el poder de la imagen. Cada época establece también su propio concepto de mimesis y de reflexión. El realismo paleolítico es un realismo funcional y mágico. El realismo matemático griego establece leyes de realidades ideales. Roma refleja y se glorifica a si misma. El icono bizantino es un agente vivo. El Renacimiento desafía a los sentidos, a la razón y a la naturaleza. Etcétera. El fracaso de Leonardo es a la vez una victoria de su concepto. Fundamentalmente arte é cosa mentale. El retorno al origen, con Duchamp, es una paradoja saludable.

Nosotros que vivimos en plena edad visual, donde la imagen ha concretamente suplantado la realidad dicha concreta, tendríamos que saberlo todo sobre el poder de la imagen, sobre su verdad y sobre su mentira. Vivimos en un mundo inundado por imágenes; rápidas, manipuladoras, estimulantes, engañosas, hipnotizantes, líricas, seductoras, perversas, brutales; omnipresentes; que constituyen el cuadro complejo, fantasmagórico y real de nuestra experiencia, de nuestro campo perceptivo ampliado… ¿o reducido? Vivimos en un mundo donde las imágenes creadas en su mayoría son productos utilitarios y reproducciones descontroladas. Los primeros en cuestionar las imágenes han sido los artistas. Los primeros en prescindir de la producción material de imágenes han sido los artistas. El papel del arte no puede no ser reflexivo. Y reflexivo tiene unas connotaciones que a lo mejor no se excluyen la una a la otra: reflejar lo que es; reflejar sobre lo que es; reflejar-pensar-crear. En una palabra: poiesis… lo de siempre.

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