lunes, 2 de mayo de 2011

Comentario al tema 7 - Max Jorge Hinderer

Comentario al texto de Ramiro Garavito: El arte contemporáneo como práctica reflexiva - Max Jorge Hinderer

Coincido plenamente con el texto de Ramiro Garavito cuando plantea que el Arte Conceptual, la obra de Marcel Duchamp y las Vanguardias Artísticas a comienzos del siglo XX han sido momentos de cambios fundamentales en el desarrollo de la producción artística occidental, y así mismo en el desarrollo de su carácter reflexivo. Pero quisiera exponer en breve algunos aspectos que puede que iluminen el planteamiento de Ramiro desde otra perspectiva, digamos complementaria, ya que me parece que la celebración de "la idea" como posible emancipación de "lo material" ha generado conflictos dentro del mismo grupo comúnmente relacionado al arte conceptual en los EEUU en los años 60 y también ha generado conflictos entre historiadores del arte. Por ejemplo existen críticas de historiadores de arte latinoamericanos a la soberbia de los historiadores de arte norteamericanos de considerarse estos últimos la autoridad en definir qué es arte conceptual y qué no. El EEUU-centrismo del Arte Conceptual en este caso es considerado una clásica expresión del imperialismo pos-colonial vigente. De hecho en Uruguay, Brasil o Argentina encontramos obras proto-conceptuales incluso antes que en los EEUU. Pero no hace falta hacerse el Sudaca militante para criticar el arte conceptual gringo. Quedaremos con los ejemplos que nos presenta Ramiro Garavito:

Las vanguardias del comienzo del siglo XX no fueron para nada homogéneas. Sobre todo en relación a la sacudida situación política en el Europa de la época. Por ejemplo los Futuristas italianos eran famosos por ser fachistas, que favorecian la guerra. Picasso, por otro lado, era comunista. André Bretón era radical de izquierda, pero heterodoxo al materialismo marxista, y por su lado famoso por agarrar a trompadas al líder comunista en plena calle en París. No hace falta mencionar que chauvinistas era todos por igual. Marcel Duchamp, que antes de irse a los EEUU un tiempo era cercano a los surrealistas, es en muchas ocasiones considerado uno de los precursores del Arte Conceptual de los 60. Mantengamos pero, que el arte en la primera mitad del siglo XX estaba vinculado intrínsecamente a las luchas políticas del día-a-día, de las que los artistas de vanguardia fueron parte de forma activa. En ese sentido, no debemos olvidar que el famoso "Readymade" sanitario (Fountain) de Duchamp era la presentación estratégica de un objeto de producción industrial. Propuesta para una exposición de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York (que se autodeclaraba liberal y de la que Duchamp formaba parte integral), en 1917, en la época que los movimientos obreros en los EEUU tuvieron quizá el mayor peso político de la historia. Considerando esto, el urinario manifiesta no tanto su complicidad con un arte conectado al deseo inconsciente freudiano, ni a la idealización de la obra de arte bretoniana, sino apunta hacia una deliberada crítica a la determinación liberal-burguesa de la obra de arte en general, haciéndole la contra con una obra-objeto de producción "real" de la clase obrera-industrial, clase social excluida de la exposición. La obra de Duchamp (bajo su seudónimo R. Mutt) fue censurada, y Duchamp abondonó la Sociedad de Artistas Independientes, para unos años más tarde dejar la producción artística por completo.

En los años 60 Lucy Lippard, una de las más destacadas críticas del arte relacionada al conceptualismo norteamericano, afirma "la de-materialización de la obra de arte", celebrando la victoria de "la idea" ante la "reificación" del proceso de creación, su respectiva "comodificación" y su introducción en la circulación capitalista. Según Lippard el arte, liberado de ser objeto de comercio, podía por fin convertirse en discurso político puro. Vale notar que en los 60 el capitalismo era el enemigo principal de todos los movimientos de arte considerados vanguardia, aparentemente sin excepción alguna. Sin embargo, Lucy Lippard fue pronto críticada fuertemente por importantes artistas del mismo movimiento conceptual, por Mel Bochner, por ejemplo en los EEUU, y por Terry Atkinson, integrante del grupo Art&Language de Londres. La principal crítica en contra de Lippard era justamente su "idealización" del momento político de la obra conceptualista (entre los conceptualistas Kosuth era por cierto el idealizador No. 1, sin embargo Sol Lewitt, Art&Language, Bochner y otros conceptualistas criticaban esa actitud). Según Atkinson una sola hoja de papel sobre la cual se encuentre anotado un "concepto" es una manifestación material, y por lo tanto puede ser considerado "objeto". Y por último nada cambia siempre que los artistas tengan que continuar vendiendo su obra para poder sobrevivir. Por lo tanto: si una obra que cuenta con poco recurso material, es vendida en el mercado de arte por un precio igual que una escultura de piedra, sin ser la inversión de trabajo artístico en la obra conceptual considerablemente mayor al trabajo del escultor, entonces la plusvalía (en términos de lucro) que produce la obra conceptual al ser insertada al circuito de mercado capitalista es definitivamente mayor. En términos analíticos podemos sostener que el debate gira alrededor de una visión idealista contra una visión materialista del Arte Conceptual, auto-declarándose ambos lados anti-capitalistas.

Lo que objetivamente podemos decir sobre la época, es que recién con el arte conceptual en los EEUU (y sucesivamente en Europa) se crea un amplio mercado de arte, que incrementa la demanda y produce más obras en menos tiempo. Criticando la simultánea transición de los artistas conceptuales norteamericanos en cuasi-comerciantes, Allan Kaprow comenta en 1964: "Si los artistas en 1946 estaban en el infierno, hoy están metidos en hacer negocios." Más tarde la misma Lucy Lippard, recapitulando la época entre 1966 y 1972 y después, considera el Arte Conceptual una batalla contra el capitalismo perdida, que al final provocó exactamente lo contrario de lo que en un inicio había querido impulsar.

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